El cerebro se mueve por los carbohidratos (glucosa), las proteínas, vitaminas y los aminoácidos esenciales que considera necesarios y se ve afectado por los estilos de vida de cada persona.
Aunque ciertos preparados y los complementos vitamínicos que existen en el mercado ayudan a suplir los déficits de la dieta, si la persona consume una alimentación equilibrada y completa que contenga grasas, carbohidratos, proteínas y minerales, no requiere fármacos complementarios. Hay que mantener una alimentación rica en verduras, cereales y legumbres, que asegure todas las vitaminas, minerales y nutrientes necesarios para las neuronas.
El cerebro puede enfermar por el consumo de alcohol, que le puede producirle daños irreversibles en los nervios periféricos y causar demencias, encefalopatías y neuropatías. Reduce las reservas de vitamina B, imprescindible para la mente, sino que es dañino porque la bebida tiende a sustituir la comida sana (reduciendo el aporte de sustancias nutritivas), dificulta la digestión y absorción de nutrientes (asfixiando al cerebro) y destruye millones de neuronas, cuando se produce la embriaguez.
También pueden afectarlo algunos antibióticos que cambian la flora intestinal, así como las dietas de hambre que llevan a anorexia y bulimia y a problemas de circulación y trastornos neurológicos.
“Reparta las comidas y no se salte ninguna”, aconsejan los expertos. Repartir la alimentación cotidiana en, al menos, cuatro comidas, es uno de los secretos para el buen rendimiento cerebral a lo largo del día, porque favorece la absorción de los nutrientes. Suprimir una comida, para adelgazar o para aprovechar el tiempo, no sólo es un error (no a-yuda a perder peso y reduce el rendimiento del organismo) sino que entraña riesgos para el sistema nervioso, perjudica el rendimiento intelectual, la concentración y la capacidad de memorizar.
Alimentos perjudiciales para el intelecto